¿Qué define el valor profesional, la actitud o la aptitud?

Hay diversas definiciones sobre estos dos conceptos. Podemos definir la aptitud como el conocimiento y experiencia que contamos para para llevar a cabo una tarea con habilidad y destreza. Es la capacidad de la persona para realizar de forma adecuada una acción.

La actitud, es el comportamiento que la persona adopta para llevarla a cabo. La predisposición que tiene a la hora de afrontar los retos.

Por ello, si entendemos por actitud la forma de comportarnos con nosotros mismos y con los demás y la aptitud el conocimiento y experiencia con que contamos, la respuesta es que necesitamos un equilibrio.

Si somos los mejores en una disciplina en la que pocas personas destacan, cuando se precise un perfil con estas cualidades técnicas y conocimiento, será muy tenido en cuenta. Sin embargo, para cumplir con éxito nuestro cometido, además de que se nos reconozca la capacidad, deberemos adoptar una actitud positiva y constructiva que nos haga capaces incluso frente a situaciones adversas.

¿Qué ocurre cuando nuestra Aptitud no es la mejor y sin embargo contamos con una buena actitud?

En ocasiones no contamos con todo el conocimiento para resolver un tema y es entonces cuando nuestra actitud nos hace diferenciales.

“El comportamiento siempre es mayor que el conocimiento, porque en la vida hay muchas situaciones donde el conocimiento falla, y el comportamiento puede con todo” (Unknown)

Con una actitud adecuada y con esfuerzo, podrás abordar los retos que se presenten frente a ti. Este perfil profesional se define por sus ganas de aprender, por su motivación, por su deseo de mejora y por el compromiso que adquiere frente a los temas de su responsabilidad.

Buscará el camino que le permita adquirir aquellos conocimientos y la experiencia que precisa para desarrollarse con excelencia. Mostrará su vulnerabilidad y se dejará apoyar por aquellos que saben y será curioso para descubrir que necesita incorporar. Conseguirá desarrollar un trabajo colaborativo.

Desde la vulnerabilidad y con actitud, podemos conseguir avanzar con éxito, de forma individual y también colectiva.

“El comportamiento es el espejo en el que cada uno muestra su imagen” (Johann Wolfgang von Goethe)

¿Qué ocurre en la situación inversa? Contamos con un gran conocimiento y no nos mostramos con una actitud adecuada.

En definitiva, ¿qué ocurre cuando tengo mucho conocimiento y no los comparto? ¿y cuándo me muestro arrogante y por encima de los demás? Son algunas de las preguntas que pueden surgir.

La persona con este perfil profesional, que se apoya en su conocimiento y no se preocupa por desarrollar una actitud adecuada, a priori, se sentirá cómoda en la posición. Si tiene ganas de prosperar, se dará cuenta de que si no añade motivación, colaboración y compromiso cuando trabaje hacia sus objetivos, le será difícil alcanzarlos con excelencia.

Mantener el equilibrio entre actitud y aptitud, cuando formas parte de un equipo de trabajo es clave para obtener los mejores resultados.

Para ser realmente eficientes, además del conocimiento, es básico mantener una buena relación con los demás, empatizar y motivar. También ser capaces de mostrar nuestros sentimientos y comprender los de las personas que nos rodean. No mostrar prejuicios. Por ello el peso de la Actitud en la obtención de resultados es imprescindible. Te empodera, te ayuda a potenciar las relaciones generosas y el trabajo en equipo.

El profesional ideal es la persona que es capaz de mantener un equilibrio. En definitiva, es la persona que cuenta con el conocimiento y la experiencia y está motivado frente a los retos que aborda con un gran compromiso.

¿Cómo sientes tu balanza?